
Érase una vez un joven monje de un templo budista en Chiang Mai, el norte de Tailandia, que tenía asignada la tarea de atender las preguntas de los visitantes intrépidos.
En cierta ocasión, acompañado por mi hijo Carlos, el joven monje respondió a mi pregunta de turista ilustrado: - ¿Cuál es para vosotros el valor más importante?
El monje, sin duda identificado en el templo como joven de alto potencial, corrió a consultarlo con el coach ejecutivo personal que su moderna organización le tenía asignado: todo un senior de aspecto sereno y túnica color azafrán situado al fondo de la sala. –What is a value, my Holy Coach? –le preguntó.
El intrépido viajero, con serios antecedentes de exceso de escolarización, pensaba que la respuesta haría referencia a alguna clave para escribir un best seller sobre La Buena Vida, que es sin ningún género de duda la vida bien vivida que da la vida buena o buen vivir. ¿O es al revés? . No sé, seguro que mi admirado Álex Rovira sí que lo sabe.
En todo caso, a los pocos segundos, el joven monje volvió alborozado, afirmando con la alegría de quien descubre súbitamente el sentido más secreto de Lo Sagrado: –I know it! I know it! The most important value is THE JOURNEY, afirmando con solemnidad mayúscula la última palabra. (En cervantino, la jornada de paso por el viaje de la Vida bien vivida).
Cuando el intrépido viajero por la Vida bien vivida se volvía ya a reemprender la marcha de vuelta junto con su hijo, el monje les dijo a ambos en tono pausado y confidencial a la vez: –¿Y queréis saber lo más importante de todo? (En inglés, claro). Yes, Yes. (Pues va a ser que sí) –respondieron atónitos los viajeros. –¡Believe in yourselves (creed en vosotros mismos) . Yes, BELIEVE, BELIEVE! . Como acto de despedida, nos anudó unas pulseritas de colores en la muñeca para que tuviéramos siempre bien presente su enseñanza.
Y seguimos nuestra aventura por La Vida, con todas sus dificultades reales y aparentes.

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