El Bohic-Ruz, un gran velero aventurero de dos palos y 17 metros de eslora. Atracado en el puerto de Aiguadolç, Sitges, en otoño de 1979. Su nombre oculto era Shambala, la ciudad perdida del Himalaya donde reinaba la armonía y la felicidad.
Tenía entonces 24 años escasos, me había casado ya con Amparo, mi bonita novia de toda la vida, y había conseguido una increíble plaza de Médico Interno y Residente en el Hospital de San Pablo de Barcelona después de obtener una de las primeras plazas en un examen con varios miles de candidatos. Pero mis ganas de cruzar los mares y hacerme dueño de mi propio destino estaban a flor de piel.
- Vamos a dar la vuelta al mundo, me dijo el capitán.
- Entonces necesitáis un médico a bordo, aventuré a proponer.
- ¡ Claro que sí!. Pues, si quieres, te vienes con nosotros
Así que, ni corto ni perezoso, preparé un botiquín transoceánico minuciosamente preparado para cualquier contingencia: antibióticos, vendajes, material de suturas, morfina…y hasta suero anti-picadura de animales pozoñosos que me facilitó Delfín Gonzalez, especialista en ofidios al que fui a visitar al zoo de Barcelona completamente decidido.. Y me embarqué en una singladura de siete meses que fue, sin duda alguna, la mayor y más arriesgada aventura de mi vida.
Seis tripulantes intépidos: un buscador de misterios y tesoros ocultos y su hermano industrial del téxtil, un recolector de miel de abejas en campos de flores del Pirineo, un hippie de toda la vida, yo mismo como médico de abordo y un biólogo entusiasta con nociones de navegación con sextante. Todavía no existía el GPS como instrumento de navegación. Así que, sextante y, al llegar cerca de la costa, radiogonio, siguiendo las señales acústicas de los faros.
Para financiar mi aventura, vendí mi SuperMistral, un pequeño velero de 7 metros idéntico al que Julio Villar dió la vuelta al mundo en solitario, escribiendo el maravilloso ¡Eh, Petrel!. Fué mi primer barco. Lo compré antes de tener coche, y recuerdo que iba al Marítimo en una Vespa de segunda mano que compré a un guardia civil de Murcia y que arrancaba sólo cuando ella quería. Pero lo más increíble es que fué el mismísimo Julio Villar quien me avaló como socio para poder ingresar en el Club Marítimo de Barcelona y tener allí mi velerito.
Confieso que he visto muchas cosas, algunas muy bellas. Pero el espectáculo que tuve el privilegio de contemplar a los pocos días de zarpar de Costa Verde, en medio del Océano Atlántico, ha sido la más turbadora de todas. En las noches de la inmensidad atlántica, limpias de toda contaminación, las estrellas brillan con especial alegría. Pero aquel día se produjo un eclipse de luna total, y todas, absolutamente todas las estrellas del océano se encendieron al unísono , formando una semiesfera perfecta de luz sobrecogedora, donde no cabía ni un solo punto de luz más.
Inspiradísimo puse en cubierta a todo volumen la música de Neil Diamon para la película de Juan Salvador Gaviota, otro de mis libros de caberera por aquel entonces.
Después de varios días de calma chicha, en los que las grandes olas de los alisios parecían haberse rendido como si hubieran tenido el orgasmo de su vida, nos invadió una sensación extraña: ni un solo pez volador, ni un ruido, ni una brisa...
De pronto, el Bohic Ruz empezó a cobrar vida, y volvimos a izar la mayor. En ese momento, al joven médico no se le ocurrió otra cosa que ir a hacer fotos artísticas al púlpito de proa, tratando de registrar la escora del barco con espuma y todo. Cuando estaba instalándose, una botavara inmensa, libre de su escota, se lanzó como un rayo hasta golpear con fuerza el stay de la trinqueta a escasos metros de mi cuerpo. Si me hubiera golpeado y caído al mar, en medio de los vientos alisios, que ese momento eran de uns 30 Km/h , no podría estar escribiendo esta página ni ninguna otra. Fue la primera vez de otras muchas posteriores en mi vida en las que tuve la sensacion de. muerte inminente.
- Os tengo que decir algo importante -, advirtió el navegante biólogo. - Estamos delante de Nueva York. Al parecer se había estado equivocando en los cálculos diario de altura de sol, y un error fatal en los números introducidos en la calculadora hizo que nuestro rumbo se desviara tanto hacia al norte que, en lugar de ir hacia Trinidad, donde pensabamos llegar para el carnaval de febrero, legamos a creer que estábamos delante de la mismísima ciudad de los rascacielos. Pero, afortunadamente o no, nunca se sabe, no fué así.
Un mes después de salir de Canarias, avistamos tierra. Una semana hasta Cabo Verde y veintiún días subiendo y bajando olas tan anchas como una catedral. Como se puede deducir, lo de dejarse llevar por los alisios y llegar a algún lugar de América fué facil hasta para aventureros tan inexpertos como Cristóbal Colon. Al aproximarnos a la costa no vimos ningún rascacielos, sino una isla con un volcán y, más cerca una playita con un Yatch Club que ponía "Montserrat". La cerveza helada y el Marlboro que me fumé en la terraza del chiringuito fueron uno de los mayores placeres de mi vida, pues entonces era adicto a la nicotina y llevaba ya una semana sin ella.
Años despues, supe que la isla británica de Montserrat casi desapareció sepultada por la erupción de su volcán, que todavía está en activo. Y que en ella tenía una casa el productor de los Beatles , con un estudio de grabación que acogió a artistas pop tan famosos como los Rolling Stones, Paul McCartney, Elton John, Stevie Wonder o Michael Jackson.
Islas Vírgenes, que de vírgenes no tienen nada, Saint- Barthelemy, con sus gendarmes y sus croissants...y finalmente Cuba. Las señales acústicas del radiogonio iban haciendo bien su trabajo.
De pronto, haciendo navegación costera, un punto negro en el horizonte se fue acercando cada vez más, directo hacia nosotros. Se trataba de una barca de pescadores de unos veinte metros de eslora, con el aparejo y cajas en cubierta . Tras saludarlos alegremente... ¡ ra-ta-ta-ta-ta !, una ráfaga de ametralladora cosió en seco el cielo del Mar Caribe. Ví perfectamente cómo sacaban el marta camuflada tras unas cajas de pescado.,
Un viaje en vela alrrededor del mundo tiene peligros reales de asaltos de piratas, especialmente en las costas de Somaila y el Océano Indico. Así que llevabamos abordo un rifle con balas perforantes, perfecto para hacer un boquete en cualquier casco corsario que se nos acercara. Tal era el nivel de fantasía de la aguerrida tripulación.
- "¡ NO DISPARES!, ¡ NO DISPARES!"-, grité a Miquel, que ya estaba apuntando con el arma al barco pesquero.
Puedo imaginar que si lo hubiera hecho, esta página tampoco se habría escrito. Pusimos rumbo a mar abierto hacia el Old Bahamas Channel. Aunque en las cartas se indicaban fondos cercanos de escasa profundidad , todos asentimos que más valía arriesgarnos a embarrancar que ser víctima de un ataque mortal de piratas caribeños.
Me lancé a la radio para emitir una señal de socorro que pudieran oir los guardacostas norteamericanos. Recuerdo mi nerviosismo en ese momento buscando en un diccionario cómo se decía ametralladora en inglés. Tembloroso, lo encontré: ¡ "machine gun"!.
- "Mayday, mayday, mayday, a fishing boat is attaking us with a machine gun!", dije como pude repitiéndolo varias veces. Meses después supe que mis padres pudieron escuchar la grabación al acudir a la policía para deunciar nuestra desaparición.
Escasas horas después, un nuevo punto negro apareció en el horizonte. Pero esta vez se iba haciendo cada vez más grande, hasta llegar a convertirse en una fragata de guerra con cañón a proa. Recuerdo como si fuera ahora un soldado mulato sacando una especie de tapón del cañon y apuntando directamente a nuestro barco.
- "Etán utede prisionero del ejército revolusionario de la República de Cuba" -, gritaron por un megáfono. Efectivamente, los tuvimos que seguir hasta llegar a tierra:¡ hasta la que después fue la tristemente famosa bahía de Guantánamo!.
Nos retuvieron fondeados en Guantánamo durante tres eternas semanas. Los dos soldados armados que estaban permanentemente en el barco acabaron haciéndose amigos, sobre todo el día que les pusimos las típicas habaneras catalanas e hicimos un cremat, por supuesto con Habana Club. Habana Club, galletitas y mortadela: esa era lo único que comíamos durante nuestro secuestro, y porque lo tuvimos que comprar. Completamente incomunicados y bajando a tierra cada dos o tres días de uno en uno, únicamente para interrogatorios por miembros del G-2, la Dirección de Inteligencia cubana
Al parecer, creían que podíamos estar enviados por alguna agencia de EE.UU para provocar un ataque bacteriológico de leptospirosis o de virus del tabaco. Y es que, al biólogo navegante no se le había ocurrido otra cosa que ir llenando tubitos con muestras de insectos en cada una e nuestras paradas a lo lago del Caribe. Además, le hacía ilusión llevar la bandera de la World Willd Wund, que nuestros desconfiados agentes cubanos pensaban que era una tapadera de nuestras malévolas intenciones.
Finalmente, fuimos liberados gracias a las gestiones de un grupo de amigos de Miami, y de ahí de vuelta a casa. Las peripecias vividas en Miami dan para una o dos entregas más.
Lo que sí que para mí es seguro es que, despues de toda esta aventura , he podido comprobar que mi salud mental es bastante resistente: la misión secreta del Bohic Ruz era encontrar la entrada al centro de la tierra, donde según el patrón del barco a buen seguro existe una base de naves extraterrestres.
P.D. Perdí todo contacto con los miembros de la expedición hace ya muchos años. Sin embargo, a la hora de redactar estas páginas he encontrado algunas noticias insólitas y bien controvertidas buceando por internet:
A bordo de un velero de 17 mts de eslora,con bandera española y francesa,el catalán Anselmo Pi Rambla,se embarcó en una expedición privada en 1980 con el grupo de investigacion BOHIC-RUZ EXPLORER en busca de los enigmas y misterios del mundo,t anto por tierra como por mar,para descubrir un enigma que cambiaria la historia de la humanidad...el mito de "El Dorado"...¿es este mito realidad o ficcion? Sus investigaciones y expedientes desclasificados demuestran la verdad de este misterio todavia desconocido hoy dia.
El velero “Bohic Ruz” fue vendido por Pi Rambla en algún momento de los años 90; pasó por varios dueños, que lo rebautizaron con el nombre de “Karisma” y, siendo propiedad de José Lizier Corvetto, sirvió en setiembre de 2000 de medio de fuga a Vladimiro Montesinos (lugarteniente corrupto del presidente Fujimori) .
En junio de 2004, un año después de su defenestración del proyecto arqueológico en el Coricancha, Pi Rambla reaparece en una reportaje del New York Times (reproducido en El Clarín de Buenos Aires) como el “empresario español” detrás de ‘KDrink’, la bebida embotellada en base a hoja de coca producida en Puente Piedra desde febrero de 2004 por la empresa “Kokka Royal Food & Drink”.
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