
En cierta ocasión, la esforzada Asociación para el Rescate de Valores Patrióticos de Costa Rica me contrató para apoyarles en su proyecto y dar unas charlas sobre el tema. No sé si empecé con muy buen pie cuando al poco de conocernos les pregunté: ¿Rescate de Valores? ¿Pero es que alguna vez hubieron valores en el país que hubiera que rescatar? ¿En el período precolombino, quizás?.
Nada más llegar al aeropuesto de San José me dijeron que tenía que dar una conferencia sobre valores con asistencia del entonces presidente del país, Abel Pacheco, y un grupo de jueces magistrados. Surgió un pequeño inconveniente: mi maleta con el traje y los zapatos de vestir se había quedado extraviada.
Para poder asistir al evento oficial, uno de los magistrados me prestó amablemente su traje y zapatos de gala. Así que me dispuse a dar mi conferencia vestido tipo novio centroamericano de los años sesenta y con unos zapatones negros un par de tallas más grandes que la mía. En un momento de mi charla no pude evitar un guiño de complicidad con mi amigo el magistrado al decirles: - ¡ He venido para ponerme en vuestros zapatos!.

Al finalizar, Abel Pacheco se me presentó diciendo: - Buenas tardes, soy el presidente de Costa Rica. Ni corto ni perezoso, le contesté: . Encantado. Yo soy el presidente de Eutopia. La Asociación Eutopia, de la cual fuí el fundador, tenía como lema ¨Otra empresa es posible, otro mundo es posible", y fue una iniciativa compartida con un grupo de amigos relacionados con el mundo corporativo.
Durante una de las visitas a autoridades del país ocurrió algo sorprendente. Un hijo del presidente era el director de un uno de los puertos comerciales y turísticos más importantes de la zona, situado cerca del maravilloso Parque de Tortuguero. Cuando estábamos hablando en su despacho de que su país era idóneo para convocar un encuentro internacional sobre Dirección por Valores empezaron a oírse voces en la sala de espera . Alguien exigía a gritos ver al Director del Puerto para un tema de licencias de lanchas para turistas.
De repente, se interrumpió violentamente la reunión y pude observar con mis propios ojos como el hijo del presidente de la nación –aparentemente estupefacto– recibía en mano y con total impunidad un buen fajo de billetes por parte de un sujeto cargado de collares de oro, con rastas y gafas de sol oscuras, que hubiera ganado un primer premio en un concurso de disfraces de mafiosos. ¡Y delante de una de las personas miembro de la Asociación para el Rescate de Valores Patrióticos!, que exclamó absolutamente avergonzada: -Te lo dije, ¡SE HAN PERDIDO LOS VALORES!
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